Es difícil identificar y medir el estrés en niños debido a que las manifestaciones suelen ser muy vagas y pueden ser fácilmente pasadas por alto. La dificultad de identificar estos síntomas también radica en que cada niño tiene una manera diferente de lidiar con sus diferentes niveles de estrés.
Actualmente se sabe que el estrés es multifactorial, es decir, no suele tener una sola causa, sino que existen distintas situaciones en la vida diaria que contribuyen a la generación de estos sentimientos. Es de suma importancia tener un adecuado conocimiento del estrés y los efectos que puede causar en los niños con la finalidad de prevenir enfermedades mentales a edades tempranas.
¿De dónde viene el estrés y qué consecuencias tiene?
Es durante la infancia en donde nos empezamos a exponer a situaciones estresantes y aprendemos la manera en que podemos lidiar con ello. Es por esto que si un niño desarrolla una manera incorrecta de lidiar con el estrés, puede padecer enfermedades asociadas en su vida adulta.
Las experiencias de vida de cada niño son diferentes, cuando se exponen a situaciones que resultan traumáticas, pueden desarrollar problemas emocionales y de comportamiento tanto a corto como a mediano plazo.
Los cuidadores principales juegan un papel importante en el manejo de emociones, si bien es imposible protegerlos por completo de las situaciones estresantes, identificar las necesidades psicológicas del niño y enseñarle a canalizar sus emociones de forma sana puede ayudarlo a enfrentar mejor el estrés.

¿Qué tipos de estrés existen?
Estrés crónico:
Puede ser provocado por bullying, violencia o inestabilidad familiar, suelen ser situaciones que se encuentran presentes por periodos prolongados y a los que el niño se expone frecuentemente.
Estrés agudo:
Puede ser resultado de una pelea con un par o cuidador, situaciones que pueden resolverse en cuestión de horas y que una vez resultas dejan de generar estrés.
En ambos tipos de estrés se activa el sistema simpático del sistema nervioso, que también es llamado como “sistema de pelea o huida”. Por lo tanto, una vez que se activa este sistema de forma involuntaria la frecuencia cardíaca aumenta y la respiración se vuelve más rápida y superficial, el cuerpo se prepara para luchar.
Esto es una respuesta natural y necesaria, ya que cuando nos enfrentamos a situaciones de vida o muerte, estos cambios en nuestro cuerpo nos vuelven más ágiles y alertas, sin embargo el problema consiste en que el sistema simpático se active de manera inapropiada incluso cuando la persona no está en riesgo.
¿A qué situaciones estresantes se puede enfrentar un niño?
A pesar de que se pueda pensar que los niños tienen poco estrés puesto que dependen de sus padres para gran parte de sus tareas, se sabe que incluso desde muy pequeños se ven afectados por el ambiente que les rodea.
Si el niño crece en un ambiente con violencia ya sea verbal o física, hacia él o hacia otro miembro de la familia puede generar un estrés crónico que lo mantendrá alerta constantemente.
Lo mismo pasa cuando el niño o un familiar sufre alguna enfermedad, cuando se enfrentan a la muerte de un familiar, posterior a un accidente de coche o un robo, al recibir bullying por parte de sus compañeros o al enfrentarse a situaciones de abuso.
Si bien todos los seres humanos nos enfrentamos a situaciones estresantes durante la infancia, es de suma importancia desarrollar habilidades emocionales que eviten que el estrés se convierta en la causa de una enfermedad. Sin embargo, primero es necesario identificarlo.
¿Cómo se manifiesta el estrés?
Los síntomas de estrés varían dependiendo de la edad del niño:
De los 0 a los 11 meses principalmente se pueden encontrar:
- Alteraciones en el ritmo cardiaco
- Llanto continuo
- Falta de apetito
- Insomnio o somnolencia
- Retraso psicomotor.
Del año a los 3 años el niño puede presentar:
- labilidad emocional
- Cambios de humor repentinos
- Síntomas gastrointestinales como diarrea o estreñimiento
- Comportamientos repetitivos
- Aumento en miedos
- Problemas para dormir
- Agresividad.
De los 3 a los 5 años predominan:
- Problemas de sueño,
- Aumento de los miedos
- Preocupaciones acerca de su seguridad
- pesadillas e incluso puede existir una regresión en el desarrollo.
De los 6 a los 12 años presentan:
- Alteraciones para dormir
- Temas repetitivos durante el juego que suelen representar la situación estresante
- Incapacidad para concentrarse
- Desempeño escolar bajo
- Tartamudeo
- Dolor de cabeza o estómago de forma recurrente
- Malos hábitos alimenticios
- Bruxismo nocturno
- Cambios en su estado de ánimo y comportamiento que no correspondan con la situación actual
- Aislamiento social, e incluso, pueden recurrir a uso de alcohol y drogas.
¿Cómo puedo ayudar a un niño a enfrentarse a situaciones y reducir el estrés?
Si bien no existe manera de eliminar las situaciones estresantes, sí existe la manera de prevenir que el estrés infantil afecte su salud:
- Hábitos saludables:
Puede parecer que no se encuentre relacionado, sin embargo se sabe que una adecuada dieta rica en verduras, la actividad física y una adecuada calidad de sueño permiten que el cerebro se encuentre en las mejores condiciones para enfrentarse a situaciones de estrés.
- Hablar:
Suele ser difícil en los niños que tienden a aislarse, sin embargo puede ayudar que se mantenga una conversación mientras se realiza otra actividad como jugar en un parque, cocinando o en el trayecto a la escuela. Esto hará que el niño se sienta más cómodo y menos presionado a expresar sus sentimientos.
- Ejercicio y actividades recreativas acorde a sus preferencias:
Si bien estas actividades pueden ayudar al manejo del estrés, cuando un niño se enfrenta a una experiencia traumática o presenta síntomas que no mejoran, siempre será recomendable acudir con un especialista para recibir atención temprana.
